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January 7, 2013 / ergonomic

Cápsulas sobre #educación: es tiempo de mezclar

net

“Learning to switch from managing time to managing attention”

(cita del libro Net Smart de Howard Rheingold.)

Comparto algunos extractos de preguntas-respuestas que hemos cocinado en entrevistas recientes. La primera corresponde a un interesante foro promovido por Educar Chile.

¿Cuál es la verdadera brecha digital que enfrentamos hoy en día y cómo abordarla desde el ámbito educativo?

Por ‘brecha digital’ (BD) comúnmente se ha entendido el desfase entre quienes cuentan con acceso a conectividad o dispositivos digitales y quienes no. Así ha ocurrido por cerca de 20 años. Bajo esa lógica siempre habrá BD, porque siempre habrá unos más conectados y tecnologizados que otros.

Pero ahí no acaba la historia. Al estudiar las regiones que han disminuido esta brecha y han logrado un acceso igualitario a la tecnología, observamos otras BD. La diferencia es que estas ‘otras’ brechas no se resuelven con más hardware sino que con mejor mindware (conocimiento y habilidades aplicadas en contextos complejos).

Esa visión más nítida (o actualizada) sobre la BD nos lleva a amplificar y diversificar nuestras capacidades cognitivas frente al conocimiento. Es decir, repensar el uso de la memoria; re-aprender a pensar individual y colectivamente; entender la cultura del conocimiento abierto; comprender el impacto de la tecnología en el aprendizaje informal; cambiar la manera de evaluar; reconceptualizar las divisiones entre disciplinas; reconocer otras habilidades; replantear la estructura industrial de la escuela, etc.

Esta ‘verdadera’ BD (de tecnología social) implica nuevos rezagos y obliga a pensar en cambios mucho más estructurales que sólo proveer de conectividad a nuestra educación.

¿Hacia dónde considera usted que debería caminar la educación de México y América Latina en los próximos años? [Aquí el resto de la entrevista, publicada en la Revista Sinética de ITESO]

En primer lugar es fundamental dejar de atender el problema de la educación de una manera desagregada o desconectada. Yo creo que hay demasiadas duplicidades que resultan estructurales en América Latina. Por ejemplo,  se podría pensar en estrategias de formación y de diseño de recursos educativos de una manera mucho más regional. Otro ejemplo, el diseño de estrategias para atender los (profundos) desafíos de alfabetización digital que tenemos en América Latina se podrían desarrollar de una manera más regional, lo mismo ocurre con la capacitación y actualización docente, trabajándose de una manera mucho más transversal y menos desagregada. A veces pareciera que estamos ‘inventando la rueda’ en cada una de nuestras naciones.

Algo similar ocurre con el tema de la movilidad. Deberíamos tener más movilidad entre nuestros países. Muchas veces desaprovechamos el que haya solamente dos lenguas en toda esta enorme región Latinoamericana. Esta es una enorme oportunidad que no tiene ninguna otra región del planeta. Creo que eso no lo estamos aprovechando, como tampoco estamos desarrollando estrategias para simplificar el reconocimiento de grados, cualificaciones y certificaciones entre países Ibero y Latinoamericanos. Todavía tenemos estructuras que son medievalmente aisladas. Un Internet que hiperconecta ideas y talentos no lo podemos subutilizar únicamente para conectarnos a Facebook. Hay que pensar en soluciones ecológicas más complejas pero también más orgánicas.

Otra dimensión de este fenómeno se observa en la manera en que la región adquiere tecnología. Éstas podrían ser más diversas en cuanto a dispositivos, también más amplias, no solamente la laptop, proyectores y pantallas. Yo creo que aquí las agencias regionales tienen mucho más que dar de sí. Organismos como OEA, CEPAL, Mercosur, Unasur, FLACSO o Felacs deberían servir como plataformas para atender estos problemas de manera mucho más regional. Yo creo que tendríamos que atribuir más importancia a la transferencia de conocimiento Sur-Sur o Sudamérica-México (incluyendo Centroamérica), menor aislacionismo y más integración. Padecemos de un encandilamiento permanente frente a las iniciativas que existen en los países industrializados. ‘Exportamos’ nuestros talentos (capital humano altamente preparado) fuera y luego compramos la tecnología y servicios que ellos desarrollan desde nacionales que invierten más en Ciencia y Desarrollo. El tener tantos referentes culturales, necesidades e intereses comunes en nuestra región debieran ser motivo de unidad y no de disputa.

¿Qué opciones puede brindar la educación a los niños que son parte de la población más pobre del país y que no pueden asistir a la escuela?  (Considerando que o no hay escuelas o no pueden asistir a las que hay).

Es una pregunta muy de fondo y me parece muy pertinente, señalar que esta interrogante no se responde solamente con el tema de la educación. Desde el siglo XVII la escuela ha sido pensada como una plataforma para brindar más oportunidades a aquellos que no las tienen. Sin embargo, las brechas entre lo rural y lo urbano siguen siendo una deuda pendiente, incluso en el siglo XXI.

Lo urbano sigue teniendo mucha más diversidad, más oferta, y en muchos casos más recursos. Se ha creído que la tecnología satelital, las pizarras interactivas, en el caso de México, pueden resolver este tipo de disparidades entre lo urbano y lo rural. Sin embargo la calidad y la pertinencia muchas veces queda en segundo plano. Medimos el éxito de estas estrategias con unos indicadores que nos representan realidades distorsionadas.

Hay autores en la Universidad de Stanford como David Labaree o Larry Cuban que plantean esta idea de sobre “educacionalización” —entre comillas porque esa palabra no existe— . Ambos hablan de la educacionalización de casi todos los problemas de nuestra sociedad. La pobreza, la desigualdad, la corrupción, la falta de oportunidades, etc. pareciera que todo se debe a la falta educación y se suele mencionar ésta como la solución de todos los problemas. Éste es la típica respuesta que encontramos en  las políticas públicas. Pero las evidencias nos muestran que en los contextos pobres, de vulnerabilidades de orden socio-económico, o donde existen ingresos absurdamente elevados a través de vías paralelas a la formalidad mediante fuentes como el narcotráfico es una falacia pensar que esos rezagos y profundos problemas sociales se puede revertir únicamente con la mejora de programas educativos. Eso, es una falsedad que ha quedado en evidencia tras décadas de políticas poco integrales. Yo no creo que la cobertura se resuelva únicamente con más tecnología sino con diseñar sistemas educativos que ofrezcan ofertas formativas que resulten más relevante para el contexto local, con orientaciones técnicas o profesionalizantes de calidad, que brinden las condiciones básicas para el autodesarrollo (auto-aprendizaje) que, yo creo, es lo mejor que podemos ofrecer a las futuras generaciones. Es decir formar estudiantes aprendan a aprender de manera permanente. En definitiva, los problemas sociales que afectan a la calidad y pertinencia de la educación no los vamos a resolver únicamente con nuevos diseños curriculares o con más capacitación docente.

Cuando hablan de educación de calidad ¿En qué prácticas están pensando, que se puedan recomendar a los docentes?

Yo no soy quien para hacer recomendaciones. Desde mi perspectiva el gran desafío está en convertir el aula en un laboratorio, en una incubadora, en un taller y no en un lugar de monólogos como ha ocurrido desde hace demasiado tiempo. Estimular la inspiración, el debate crítico y por sobre todo la combinación de disciplinas, de edades y de planteamientos teóricos con el trabajo en contextos de aprendizaje más allá del aula. Cuando abrimos espacios de intercambios no planeados estimulamos el desarrollo de nuevas habilidades, la exploración de nuevos contextos, tecnologías y metodologías. Tenemos que pensar en estrategias más atrevidas y menos lineales. Necesitamos ver enormes cantidades de creatividad dentro y fuera del aula, a fin de convertir a nuestros estudiantes en exploradores, investigadores, en individuos que no paren de hacer preguntas, de experimentar, de probar y mezclar tecnologías, conocimientos y disciplinas.